La hipertensión pulmonar es una enfermedad poco usual y de baja prevalencia (25 casos por cada millón de personas), pero una vez que se presenta su impacto es enorme porque progresa a pasos agigantados, no tiene cura y la tasa de supervivencia es muy baja. Si los pacientes no se tratan, fallecen, al cabo de 2,8 años de media desde que aparecen los primeros síntomas.
Por alguna razón hasta ahora desconocida, la hipertensión pulmonar produce la repentina obstrucción de las arterias pulmonares como consecuencia de la proliferación de células en los pulmones de forma descontrolada (mecanismo similar al cáncer). Estas células van taponando los ductos e impidiendo el paso de la sangre. De manera directamente proporcional, se incrementa la presión arterial de los pulmones y los pacientes presentan enormes dificultades para respirar o realizar hasta el más mínimo esfuerzo físico. En el peor de los pronósticos, los que padecen esta enfermedad quedan prácticamente postrados y conectados a un tubo de oxígeno.
Esta enfermedad puede afectar a personas de todas las edades, pero sobre todo, aparece en mujeres jóvenes y en edad reproductiva (entre 20 y 40 años), sin enfermedad base. De los pacientes con hipertensión pulmonar idiopática (sin causa conocida), las mujeres triplican a los hombres. En estas mujeres está totalmente contraindicado el embarazo ya que la enfermedad puede provocar la muerte tanto de ella como del bebé. Aunque no está claro por qué afecta más a las mujeres, los investigadores creen que podría estar asociada a causas hormonales, pero de momento no existen ensayos que lo avalen; lo que sí aclaran es que no se encuentra relacionado con el uso de anticonceptivos, con la hipertensión arterial sistémica ni con el consumo de tabaco, como en otras afecciones pulmonares.
Síntomas de la hipertensión pulmonar
- Dificultad para respirar al hacer ejercicio,
- Fatiga
- Mareo
- Desmayo
- Labios azules
Factores de riesgo de la hipertensión pulmonar
También existen otros factores de riesgo que predisponen a las personas a la hipertensión pulmonar, como el factor hereditario, asociado a ciertos genes (BMPR2 y el ALK-1) y también se relaciona con enfermedades del tejido conectivo, cardiopatías congénitas, VIH y embolia pulmonar.
Otro factor de riesgo que llama la atención de los investigadores es el consumo de adelgazantes. En repetidas ocasiones se han producido epidemias de hipertensión pulmonar asociadas a la introducción de nuevos adelgazantes al mercado que modifican los canales de potasio y que, una vez que se comprueba su asociación con la hipertensión pulmonar, se retiran del mercado. Aunque, se advierte que puedan estar surgiendo nuevos adelgazantes que provoquen el mismo efecto. Aquí nuevamente las más expuestas son las mujeres, ya que son las que más consumen este tipo de productos.
Pese a que la detección temprana de esta enfermedad es clave para aumentar las posibilidades del paciente, uno de los principales problemas que presenta es que los médicos tardan mucho tiempo en diagnosticarla (2 ó 3 años) e incluso muchos de los casos nunca son detectados, por lo que es más difícil iniciar el tratamiento. Esta tardanza en el diagnóstico se debe en parte a que el único examen que la confirma es un cateterismo derecho, en que se introduce un catéter a través de la vena para medir la presión de la arteria pulmonar. Es un procedimiento difícil e invasivo, que se realiza sólo si hay sospechas fundadas, por lo que previamente se requieren una serie de exámenes de imagen y de laboratorio, incluyendo una ecocardiografía.
Pero uno de los principales problemas a la hora de hacer el diagnóstico es que, debido a la similitud de sus síntomas, los profesionales la suelen confundir con otras enfermedades, como asma, crisis de pánico, ansiedad y hasta con falta de acondicionamiento físico.
Por esa razón, la regla debiera ser que, ante la aparición de esos síntomas, el primer diagnóstico fuera siempre hipertensión pulmonar, hasta que se demuestre lo contrario. Una vez detectada la hipertensión pulmonar, actualmente hay disponibles una serie de tratamientos médicos que han sido desarrollados en las últimas dos décadas.
Sólo hay un caso de hipertensión pulmonar, la tromboembólica crónica, que tiene la posibilidad de ser completamente curada gracias a una compleja cirugía (endarterectomía pulmonar) en la que se somete al paciente a hipotermia (disminución de la temperatura corporal) y se induce un paro cardíaco para poder operarlo, por lo que tiene alto riesgo y una elevada tasa de mortalidad.
Sin embargo, para la mayoría de los pacientes, que no son operables, la única posibilidad es acceder a medicamentos (prostaciclinas) que, aunque no curan la enfermedad, prolongan su sobrevida y mejoran la calidad de vida, permitiéndoles volver a realizar sus actividades sin sentir cansancio. Según las estimaciones del los especialistas, si los pacientes logran acceder a este tipo de medicamentos, muy costosos y con poca cobertura pública, su promedio de vida se duplica, pasando de 2,8 a 5 años, aunque hay personas que pueden vivir hasta 15 años o más.
Difícil solución para una complicada patología. Para mejorar tu calidad de vida, la mejor opción es vivir sin dolor o al menos que éste se vea reducido. Una de las mejores formas de luchar es mediante un tratamiento de homeopatía para evitar y solucionar el dolor crónico, y poder disfrutar así más de tu día a día.