Conocido como Glutamato Monosódico entre sus más de 50 nombres del que puede esconderse, hacemos referencia al saborizante más adictivo actualmente. Su nombre original, Unami (sabroso en japonés), no es más que un potente aditivo con el que cada vez más, se camuflan los sabores de los alimentos que compramos en nuestro día a día.
Se consigue así, un gusto más apetitoso en aquellos alimentos en los que se incluye, de manera que se potencia su sabor y provoca más palatabilidad al consumirlo. Su efecto en las personas se traduce en un aumento de la secreción salivar, y por ende del apetito, lo que hace que nuestro cerebro no detecte la señal de saciedad, empujándonos a no poder parar de comer.
Lo que está ocurriendo con esta sustancia es que su uso en los alimentos y por tanto, su consumo, ha aumentado notablemente en los últimos años y lo seguirá haciendo, debido al creciente consumo de alimentos cada vez más procesados.
Según datos de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), la producción a nivel mundial de este aditivo se ha multiplicado por 15 en los últimos 40 años, hasta llegar a una producción actual de más de 3 millones de toneladas de este aditivo.
El éxito de esta sustancia radica en que funciona perfectamente en la industria alimentaria, en un mundo, cada vez más industrializado y obligado a consumir productos cada vez menos naturales siendo lo que abunda en las grandes cadenas de supermercados; y es que, al mejorar tanto los sabores de los productos, no hace otra cosa que aumentar las ventas, y con ello enriquecer a las grandes compañías alimentarias.
¿Por qué tan peligroso?
El problema radica en que no es tan inocuo, si no se consume en grandes cantidades, como asegura la Organización Mundial de la Salud, lo que hace que incluso lo encontremos en restaurantes habituales en la mesa junto al dispensador de sal.
En contra de ello, estudios han demostrados que «un consumo elevado de glutamato puede llegar a destruir las neuronas encargadas de mantenernos saciados y controlar el apetito«. Se ha comprobado además en animales de experimentación cambios en su conducta básicamente por un aumento del apetito en torno a un 40%, ya que esta sustancia inhibe los mecanismos que controlan la sensación de hambre y por ello el deseo de seguir consumiendo aquellos alimentos donde se encuentra este aditivo.
Si seguimos haciendo referencia a los problemas en relación al sistema nervioso que puede llegar a producir, encontramos informes que confirman que «este saborizante activa un conjunto de neuronas que constituyen lo que se conoce como sistema nervioso del refuerzo«, provocando que la conducta se vuelva a repetir. Se demuestra así, que las personas que consumen alimentos con glutamato, tienen más tendencia a consumir aquellos productos que lo contienen.
De manera directa por tanto, se relaciona con la gran epidemia que nos afecta en la actualidad: la obesidad, puesto que principalmente los alimentos que contienen esta sustancia no son más que aquellos más palatables, los cuales destacan por su alto contenido en sal, grasas saturadas y azúcares añadidos, pudiendo ocasionar graves problemas en personas con enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
En Occidente además se une el consumo de glutamato al problema de una alimentación característicamente hiperproteica, haciendo que se propague este problema de la obesidad. Sumado ello a que si desde niños se nos acostumbra a este sabor tan intenso y sabroso de ciertos alimentos, probablemente las papilas gustativas sean incapaces de detectar en la vida adulta sabores realmente naturales como los que nos ofrecen frutas y verduras.
Escondido pero, ¿bajo qué alimentos?
Se resume básicamente en todos los alimentos procesados tales como: snacks, salsas precocinadas, embutidos, pizzas precocinadas, sopas de sobre, quesos untables…
Es cierto que también se ha detectado de forma natural en alimentos como anchoas, tomates o el jamón…de ahí que se justifique que en dosis adecuadas no es un grave problema para la salud; pero lo ideal es intentar evitarlo a dosis altas como aditivo alimentario.
El problema real también se encuentra en que se usa de manera alarmante en alimentos consumidos principalmente para los niños, como por ejemplo, los gusanitos; siendo los menores como se comenta anteriormente, el grupo más vulnerable a su consumo.
Teniendo en cuenta todos estos hechos, «la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) apuesta porque los consumidores aprendan a leer el etiquetado de los alimentos y hagan una elección responsable de lo que compran y consumen». El glutamato monosodico puede parecer en el etiquetado, con más de 50 nombres diferentes: E 621, E 620, GMS, proteína hidrolizada… Es fundamental leer de manera correcta las etiquetas de los productos y poder decidir al comprar.
Se persigue con ello, luchar contra este saborizante tan adictivo, y conseguir un consumidor que demande cada vez más, alimentos más naturales y que sea capaz de leer y entender bien las etiquetas de los productos.