Cuando las enfermedades agudas no son adecuadamente tratadas, la enfermedad aguda puede convertirse en una enfermedad subaguda o crónica, la cual se manifiesta en un estado de inflamación crónica. Esto significa que una enfermedad que en principio era pasajera nos causa molestias durante meses, años o a veces incluso para el resto de nuestra vida.
¿Pero, cual es el tratamiento adecuado?
El tratamiento adecuado, en general y mucho más en los niños, será el tratamiento que le permita al sistema inmune reaccionar contra la enfermedad aguda. La fiebre siempre es una manifestación de la activación del sistema inmune, cuando este se activa para combatir al agresor que nos causa una enfermedad (bacteria, virus, etc.) aparece la fiebre. Utilizar medicación para bajar la fiebre (ibuprofeno, paracetamol…) hace mucho daño.
Si la fiebre es suprimida con medicación, se suprime el sistema inmune que ha sido activado.
Con esto no nos hacemos ningún favor y la enfermedad aguda suele tardar más tiempo. En el invierno 2009 en una semana se vieron 13 niños con fiebre. La mitad no recibió ninguna medicación para bajar la fiebre y todos ellos podrían haber ido al colegio al día siguiente porque se encontraban como si nada. La otra mitad recibió algo para bajar la fiebre durante la primera noche y todos ellos estuvieron enfermos de cinco a siete días. Esto es lo que consigue la medicación que baja la fiebre, alarga el proceso por que suprime el sistema inmune. En muy pocos casos la fiebre llega a hacer daño. Niños pueden tolerar desde el punto de vista de su organismo y metabolismo una fiebre de hasta 42º C. Aun así muchas veces se les da antipiréticos cuando tienen 37,9º C. La alta temperatura, que es consecuencia de la activación del sistema inmune, consigue matar a los gérmenes “responsables de la infección” y por lo tanto no es bueno suprimir esta reacción. En contra de los que creen muchas personas, los antibióticos no hacen tanto daño como la medicación que suprime la fiebre. Los antibióticos no actúan contra la actividad del sistema inmune sino que únicamente eliminan la bacteria responsable de la infección.
Estos niños que reciben medicación para suprimir su fiebre, a parte de tener un sistema inmune que no funciona adecuadamente y por lo tanto tener enfermedades de mayor duración, suelen luego recaer más fácilmente a enfermedades agudas. Suelen hacer varias infecciones febriles cada invierno, no pasando un mes sin tener que tomar Dalsy y/o antibiótico. Además tienen más probabilidades de padecer una enfermedad a edad adulta. Esto se puede demostrar con muchos casos en los que se ve que empiezan problemas crónicos después del tratamiento de una enfermedad aguda con antipiréticos que duró varios meses. Así mismo hoy en día muchos especialistas de la vacunación aceptan que la mayor parte de los problemas que aparecen por las vacunas no suelen tener que ver con la vacuna propiamente dicha, sino con el hecho de que la persona después de hacer una fiebre por la vacuna, recibió medicación para bajar la fiebre. Es esta medicación la que se considera la responsable de que luego aparezcan graves enfermedades atribuidas a la vacuna. Muchas enfermedades son consideradas como Síndromes post virales. La enfermedad de Paget, la cual es una enfermedad de los huesos, es por ejemplo considerada consecuencia de una infección viral. El Síndrome de fatiga crónica, también es considerado un Síndrome post viral, al igual que la cirrosis hepática, que viene después de una hepatitis viral y los problemas de corazón que aparecen después de fiebres reumáticas agudas. Pues bien, en todos estos casos, es el tratamiento inadecuado de la enfermedad aguda lo que lleva a que según la predisposición genética de la persona aparezcan enfermedades crónicas.
Ya comentamos que en los niños las enfermedades se manifiestan más bien a nivel periférico como son las anginas, los pulmones y el intestino. Cuando el sistema inmune es atacado en el momento que se activa por una medicación agresiva, el sistema inmune traslada su línea de defensa a un nivel cada vez más profundo. Esto se comprueba muy bien en aquellos casos en los que después de varios episodios agudos de catarros severos o anginas aparece una bronquitis o un asma crónico. Un mecanismo similar tiene lugar cuando en los niños que tienen eczemas se les aplica corticoide en la piel derivando en problemas como el asma.
La primera reacción de un buen sistema inmune siempre será una fiebre que puede incluso ser alta.
Un niño que en sus primeros 10 años de vida nunca haya tenido fiebre y presente antecedentes familiares de cáncer muchas veces preocupa mas que otro que haya tenido altas fiebres, por que se supone que el sistema inmune de este niño que no presenta fiebres es anérgico y no responde adecuadamente.
Cuando la fiebre es suprimida puede derivar en que se instaure un proceso inflamatorio subagudo y por lo tanto mas debilitante.
En todos nosotros existe una predisposición genética más o menos pronunciada a padecer ciertas enfermedades. Además factores ambientales como los antibióticos, la exposición a radicales libres o sustancias químicas pueden producir mutaciones en nuestro DNA y por lo tanto provocar predisposiciones adquiridas. Pero normalmente en una persona sana los factores ambientales y el estilo de vida no serán suficientemente fuertes como para provocar enfermedad. Será únicamente la persona con un sistema inmune más débil la que contraerá enfermedad en estos casos.
De 10 personas que sean expuestas a una bacteria o a un virus solo caerán enfermas unas pocas, que serán las que tengan un sistema inmune que no responde adecuadamente.
Los factores ambientales seguramente van adquiriendo más y más importancia. Estudios publicados en 2003 demostraron que cada día el DNA es dañado en 104 puntos distintos por célula. Pero existe un mecanismo de reparación de estos fallos de manera que se mantiene la célula operante. Y será el mecanismo de los telómeros el que se encargue de deshacernos de aquellas células que se convierten en tumorales. Pero son estos defectos los que nos pueden hacer susceptibles a nuevas predisposiciones de enfermedad. Se acepta que el asma por ejemplo era una enfermedad muy poco frecuente en 1900. En nuestros días es casi epidémico: Afecta a 15 millones de personas en EEUU, y hasta 150 millones de personas en todo el mundo. Y llama la atención que el asma es epidémico en los países occidentales, sobre todo en aquellos de habla inglesa y es prácticamente inexistente en las partes rurales de África. Esto podría ser un indicador de que los tratamientos aplicados a los enfermos no son a largo plazo adecuados ni convenientes. Múltiples estudios publicados ya en 1996 en prestigiosas revistas científicas, demuestran una relación entre la extirpación quirúrgica de las anginas y el riesgo de padecer enfermedad inflamatoria del intestino. Existen múltiples efectos como este a todos los niveles de nuestro cuerpo. Esto se refleja en que los datos estadísticos en EEUU demuestran claramente que aunque haya disminuido mucho la mortalidad debida a enfermedades infecciosas, ha aumentado significativamente aquella debida a cáncer. Lo que ha pasado es que se ha traslado la enfermedad a un nivel mas profundo. Otro dato muy llamativo es el aumento del autismo en los niños en EEUU. Cuando se comparan las cifras de 19992-93 a las de 1999-2000 se ve un aumento medio de 2500% en la aparición de casos de autismo.
En los últimos años, sobretodo en los países anglosajones, ha tenido lugar un cambio en los tratamientos aplicados a los niños. Múltiples estudios han demostrado que el uso de antibióticos en las infecciones de oído carece de sentido. Esto ha llevado a que muchos pediatras ya no utilizan antibióticos para el tratamiento de las otitis. Se acepta que usar antibióticos sin previamente realizar un frotis para comprobar el germen de la infección y sus resistencias antibióticas es totalmente inapropiado. Dar un antibiótico sin conocer las posibles resistencias incrementa las resistencias de las bacterias a los antibióticos. En Europa los países mas afectados por resistencias antibióticas son Irlanda y España lo cual en el caso de España se debe seguramente al uso inapropiado de los antibióticos. Muchos científicos auguran que en un futuro no muy lejano nos las tendremos que ver con más y más gérmenes resistentes a los antibióticos disponibles. En esto ven un posible origen de la próxima epidemia.
Manteniendo las infecciones a nivel periférico, se protegen las partes más nobles de nuestro cuerpo como son el sistema cardiovascular, los riñones y el cerebro.
Las anginas son comúnmente vistas como órganos que nos protegen de que las infecciones pasen a los pulmones. Así como antes nuestros niños eran sometidos a una extirpación de las mismas después de haber padecido dos anginas agudas, son ya muchos años en los que para realizar esta extirpación se exige que hayan padecido al menos seis anginas purulentas en un año. A veces se comprueba en niños a los que se les ha extirpado las anginas que luego las infecciones pasan a ser pulmonares. Lo que ha pasado es que la infección ha ido de un lugar periférico a una estructura más profunda como lo son los pulmones. Son muchos los niños que presentan anginas crónicas por problemas de su flora intestinal. Hay que tener en cuenta que el 70% de nuestro sistema inmune basa su actividad en el sistema digestivo y por lo tanto en una flora intestinal adecuada. Cuando está alterada no se consigue restablecer comiendo yogures sino tomando probióticos después de haber hecho un análisis detallado de las heces. Desgraciadamente este análisis no es posible realizarlo en España por el momento, por lo que nos vemos obligados a mandarlas a Alemania. Este estudio nos dirá exactamente que bacterias son las que hay que aportarle al paciente para mejorar su flora intestinal. La flora tendrá que ser especialmente cuidada por pacientes con antecedentes de cáncer de colon o aparato digestivo ya que existe una directa relación entre los dos. Estudios recientes incluso relacionan al autismo con problemas de flora intestinal.
Resumiendo, hay que insistir en la importancia de no suprimir demasiado nuestras enfermedades (verrugas, eczemas, fiebres, etc.). No abusar de la medicación que suprime la fiebre. La fiebre es una buena reacción, la cual es reflejo de un sistema inmune que funciona y nos ayuda a deshacernos de los gérmenes que atacan nuestro cuerpo.
La medicación que suprime la fiebre, imposibilita un buen funcionamiento de nuestro sistema inmune, inhibiendo su actividad y provocando que la enfermedad aguda pase a un nivel mas profundo en nuestro cuerpo, produciendo a la larga enfermedades crónicas.
Los antibióticos limitan el crecimiento de los gérmenes y la reacción inmune bajará. Los antibióticos por lo tanto no hacen tanto daño como la medicación que nos actúa suprimiendo la fiebre. Ya que la respuesta inmune simplemente será incompleta pero no del todo bloqueada. En aquellas personas en las que haya graves antecedentes familiares de enfermedad, será mas importante no suprimir la fiebre, ya que estas personas tienen una mayor predisposición genética a la enfermedad.