El desarrollo de pruebas que midan esos cambios químicos en el ADN, denominados metilación del ADN, podría ayudar a los médicos a identificar precozmente a individuos con riesgo de obesidad, para así intervenir en el estilo de vida, antes de que se vuelvan obesos.
La mayoría de los estudios genéticos de las enfermedades comunes se han enfocado en el lenguaje escrito del ADN, su secuencia, con un limitado éxito para hallar los genes implicados. En este trabajo, Andrew Feinberg, del Centro de Epigenética de la Johns Hopkins, en Baltimore, ha medido los cambios epigenéticos o químicos en el ADN que no están contenidos en la secuencia genética, pero controla cuándo y cómo los genes se activan y se desactivan. Uno de esos cambios químicos es la adición de una pequeña etiqueta, del grupo metilo, a una de las bases que componen el código de ADN. Los grupos metilo en el ADN de los humanos y otros mamíferos son claves para determinar qué genes se expresaron y cuáles no. Los autores hallaron que las personas que tienen distintos grupos metilo en su ADN permanecen estables a lo largo del tiempo. Estos grupos actúan como una huella epigenética capaz de distinguir a un individuo de otro. Incluso en algunas partes del genoma, la huella epigenética podría asociarse con el IMC. En el trabajo los investigadores midieron la metilación del ADN a lo largo del genoma de 74 individuos en dos ocasiones: cada una de las muestras se obtuvo con una separación de once años. Los sujetos estudiados procedían del estudio AGES-Reykjavik, un estudio epidemiológico sobre población islandesa.
Los científicos buscaron en esas muestras regiones variables de metilación de ADN, que son áreas del genoma con cambios mayores de lo esperado en la metilación. Se identificaron 227 de esos sitios en los sujetos, y se demostró que mientras algunos sitios de metilación cambiaron a lo largo de los años, otros permanecían estables. En concreto, hallaron la metilación de ADN estable en 13 genes que tienen conocidas asociaciones con la obesidad y la diabetes.