• 01 AGO 14

    El hallazgo lo describen científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en la revista Cell Metabolism, en la cual se explica el motivo de la extremada delgadez de los enfermos de cáncer relacionando con la grasa parda.

    El tejido adiposo bueno, conocido como la grasa parda, es capaz de quemar calorías y de reducir los depósitos de la otra grasa (la blanca, la mala, que son responsables del sobrepeso). Pero, estos lípidos que adelgazan también tienen un lado desagradable: está detrás de la pérdida de peso extrema de los enfermos de cáncer , contra lo que no existe remedio y es el responsable directo de la muerte de uno de cada tres pacientes.

    En el mencionado artículo, la CNIO describe cómo el tumor activa la transformación de los depósitos de lípidos en el tejido adiposo que quema calorías. «Es la primera vez que este fenómeno quemagrasa se asocia a un efecto negativo», indica Michele Petruzzelli, el primer firmante del trabajo. Además, han observado el papel de una molécula (la citoquina IL-6) en este fenómeno y cómo al bloquearla se mejora la salud en los ratones, lo que abre una futura vía de tratamiento para estos enfermos.

    La caquexia se denomina al estado de extrema delgadez que se alcanza debido a las privaciones del organismo causados por diferentes estados. Suele darse en fases avanzadas de tumores de páncreas y estómago, aunque también de pulmón, esófago o colon; o en enfermos de SIDA, insuficiencia cardíaca o hepática. Ha sido un fenómeno tan devastador como poco estudiado. Por mucho que se alimente el paciente o se le ayuden con infusiones intravenosas, es imposible frenar la pérdida de volumen muscular y la debilidad asociada a ambas, hasta el punto de provocar la muerte del paciente antes de los efectos directos del tumor.

    El estudio de este fenómeno en los últimos años mostró que estaba relacionado con la inflamación. Destaca la citoquina IL-6 como una proteína del sistema inmune que interviene en los procesos inflamatorios. Lo que nadie había descrito es que todo ello se vinculaba con la actividad de la grasa parda.

    El Grupo de Biología Celular del Cáncer del CNIO trabajó con distintos modelos de ratón con cáncer. Unos, modificados genéticamente para desarrollar neoplasias, a otros se les indujeron el tumor mediante sustancias carcinógenas, y a un tercer grupo se les transfirió tumores humanos.

    En todos ellos observaron que poco antes de que se manifestaran los síntomas del drástico proceso de adelgazamiento se activó la transformación de las reservas de grasa blanca en parda (también se conoce como marrón o beige). Además, advirtieron que la citoquina IL-6 tenía un papel relevante en todo ello, «aunque variaba en función de los modelos de ratones empleados». En uno de los modelos, al usar inhibidores de IL-6 desaparecía la caquexia totalmente, en el resto se reducían sus efectos. Además, la administración a los ratones de antiinflamatorios no esteroideo como el Sulindac mejoró sensiblemente la severidad de la caquexia.

    Los investigadores analizaron muestras de tejido graso humano de pacientes con cáncer que habían desarrollado caquexia. En siete de las ocho personas estudiadas se observaron las mismas alteraciones detectadas en los ratones: la transformación de la grasa blanca en parda consumía las reservas de lípidos. En otras 20 muestras de enfermos con Neoplasia que no habían sufrido caquexia no se detectó ni rastro de la grasa que consume calorías.

    Es un avance esperanzador para encontrar los caminos terapéuticos que podrían aportar los mismos resultados en las personas que en los animales de laboratorio: los inhibidores de IL-6 y los antiinflamatorios.

    Petruzzelli se muestra cauto, por ejemplo, respecto a los primeros «el IL-6 es una proteína muy poco específica», por lo que bloquearla podría provocar efectos no deseados graves.

    Estas prevenciones no restan relevancia al trabajo. «Es un trabajo relevante», indica, Francisco Villarroya, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Barcelona. Lo más importantes es, por un lado, el hallazgo de la capacidad del tumor en transformar la grasa blanca en parda, y por otro, desvelar el papel de la proteína IL-6 en este proceso de activación de forma patológica de la grasa parda que dispara el consumo de calorías.

    Los estudios contra la Obesidad

    En el 2009 se descubrió la presencia en adultos de la grasa parda. Frente a la grasa blanca, que acumula energía en los depósitos de tejido adiposo, la parda consume éstas reservas, lo que la convierte en un esperanzador aliado contra la epidemia de obesidad y diabetes que sacude a buena parte del mundo.

    Contar con altos niveles de esta grasa buena genera un efecto protector frente a la obesidad y el sobrepeso. Desde ahí, muchos se han lanzado a descubrir métodos para activar estos lípidos en el cuerpo.

    Hasta hace dos años, la investigación sobre éste tema dio otro gran salto al descubrirse que el frío y el ejercicio despertaban la actividad de la grasa buena.

    La búsqueda de las moléculas que actuaban como interruptores de este mecanismo de transformación de grasa buena y mala dio entre otras con la hormona FG21, que se produce en el hígado.

    «Hoy en día hay algunos laboratorios trabajando con análogos de la FG21 para desarrollar un fármaco capaz de activar la grasa parda en el cuerpo» comenta Francesc Villarroya, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición, y uno de los mayores expertos en este campo de España.

    Existen a su vez distintos ensayos clínicos en marcha en los que ya se han observado relevantes cambios. La lucha contra la obesidad es uno de los campos donde la farmacología ha fracasado a pesar de los beneficios que hay en juego. El 18% de la población mundial adulta es obesa y ningún laboratorio ha conseguido dar con la pastilla que reduzca eficazmente con la acumulación de la grasa.

    Sin duda, grandes avances los que comienzan a descubrirse en torno a diferentes tratamientos contra el cáncer. Si hace unos días os mostrábamos los resultados de un estudio con ratones en el que se estrechaba el cerco entre la relación del cáncer de mama con la dieta, hoy es el turno de que los roedores nos ayuden a combatir distintos tipos de cáncer relacionados con el sistema digestivo

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